De día, desde afuera, parece una nube sobre el cráter de un volcán, por dentro, de noche es un volcán que hizo erupción al latir 45 mil corazones, al unísono, en torno a una cancha de futbol.

El Estadio Omnilife, el estadio de las Chivas, cobró vida al abrir sus puertas por primera vez. Hace ocho años era un sueño que se antojaba inalcanzable.

Después de algunos traspiés y varios aplazamientos de la fecha anunciada para la inauguración, es, por fin, una realidad.

El gigante que creció lentamente en “El Bajío”, a inmediaciones del bosque de La Pimavera, comenzó a nacer a medida que la tarde declinaba.

Para quienes vivieron, hace 50 años, la inauguración del ahora vetusto —¡quién lo dijera!— Estadio Jalisco, fue como dar marcha atrás a la máquina del tiempo.

Con una diferencia: que la nueva casa de las Chivas es más grande, más confortable, más funcional —no es exacto que todo tiempo pasado haya sido mejor—.

A las 20:45 horas, puntualmente, comenzó la fiesta. Las luces se apagaron. El cielo se iluminó con los fuegos de artificio.

Las megapantallas, en la cabecera de la planta alta, mostraron una síntesis de la historia del equipo más popular y querido de México. Aludieron al mote que lo popularizó “Chivas”, se dejó oír el nuevo himno del “Rebaño Sagrado”: “Chivas, somos como hermanos: somos mexicanos...”..

Un cuadro coreográfico giró continuamente en torno a 11 gallardetes y otras tantas estrellas, simbólicas de los títulos obtenidos por el Guadalajara: el mayor ganador de galardones, hasta ahora, en el futbol nacional.

El espectáculo de luz, sonido, coreografía y fuegos de artificio, a los que la Naturaleza respetó (los pronósticos de lluvia no se cumplieron), consumió 37 minutos. Se despejó la cancha.

La Galeria del Show
 
 



Chivas de Corazon

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