Pasaron algunos años, pero al final, Chivas ha tenido el dulce sabor de la revancha, lo hizo en el mismo escenario donde poco más de tres años atrás, el equipo de Curitiba le cortó de tajo las ilusiones de ser uno de los finalistas de la entonces Copa Libertadores 2005, por eso cuando el Rebaño se plantó en la Arena do Paranaense lo hizo con la intención de saldar una cuenta pendiente, porque Chivas esperó paciente para saborear en su boca el dulce sabor de la victoria.
Los pronósticos eran reservados, el ambiente en el inmueble de Curitiba jugó a favor de los locales, la Torcida ensordeció hasta el cansancio a los asistentes al partido, pero en la cancha, el hambre de trascendencia de Chivas se impuso a eso y a once elementos en la cancha.
Cuando Chivas comenzaron a hilvanar su futbol y a mostrar que las intenciones de continuar con vida en la Sudamericana eran más tangibles que el frío de Curitiba, el cuadro rojinegro no supo responder, no supo contrarrestar, no supo ni siquiera revelar el verdadero potencial de un plantel joven que ambiciona alto.
Bastó que Gonzalo Pineda abriera el camino con un certero remate de cabeza hacia los 42 minutos del primer tiempo, en un tiro libre por izquierda cobrado con exactitud por Marco Fabián, para que Chivas tomara con fuerza el boleto a los Cuartos de Final de la Copa Sudamericana y no lo soltara jamás.
Aunque Paranaense atacó y en serio en todo momento, generando constantes arribos al área enemiga, la defensa de Chivas fue una auténtica muralla que no permitió que ni Oldoni ni Moura pudieran hacer peligro en la cabaña defendida por un inspirado y eficaz Hugo Hernández.
Con la llegada del entretiempo, Chivas tuvo la sapiencia de aunque verse arriba en el marcador no conformarse e ir por más, por eso cuando Paranaense atacó en busca del empate, velocidad, toque y clase de los tapatíos fue igual de constante que los gritos de apoyo de la Torcida local.
Y para muestra, el desequilibrio a velocidad que Omar Arellano realizó dentro del área, tras ponerle la pelota en el corazón de la misma a Édgar Solís, quien a su vez cedió para la llegada de Xavier Báez, quien definió como los grandes, en una auténtica copia al carbón de su gol en el Clásico Tapatío, pero con mayor potencia y colocación.
A partir de entonces, con una ventaja de 2-0, Guadalajara hizo del partido lo que quiso, atacó en los momentos idóneos, defendió con valentía y propiedad, y cuando se necesitó, la respuesta del portero del Rebaño fue mucho más que favorable, impecable, casi rozaba en la excelencia.
Pero aunque tuvo innumerables aciertos bajo los tres palos, nada pudo hacer en el remate que Moura realizó tras un tiro de esquina por derecha, al conectar con la testa en el área chica y dejar sin oportunidad al portero del Rebaño para hacer el 2-1 momentáneo.
Tras el gol, el Rebaño no tuvo de qué preocuparse, pues aparecería de nueva cuenta el potencial que sólo Chivas tiene y que además sabe explotar a la perfección, ya que después de ganar un balón en propio campo, Sergio Santana observó un espacio perfecto para explotar la velocidad de Arellano, quien ya arrancaba por la pradera derecha.
La pelota fue directa hacia el pico del área hasta donde Arellano llegó a la cita, hizo contacto con la misma y ante la marca de Danilo, quien ya amenazaba al delantero, realizó un cambio de ritmo, quedó solo frente al portero e hizo una maniobra de técnica individual digna de los grandes, que slienció la Arena, que puso de pie a los asistentes y que propició la euforia de los 42 aficionados a Chivas postrados en la tribuna sur del inmueble.
Todavía vendría Sergio Santana a los 67' de juego para hacer del marcador un escándalo en Curitiba, una fiesta que con su pierna derecha cristalizó tras incrustar la pelota en el ángulo superior derecho del portero para hacer un 4-1 de clase, de autoridad, de revancha.
Pero aunque los rojinegros de Paranaense harían dos goles más a través de Kelly y de Moura, ambos en táctica fija a los 68' y 78' respectivamente, para poner el partido con un 3-4 dramático y no apto para cardiacos, al final Chivas supo contener de excelente manera, darle solución a un encuentro definido minutos atrás y con una sensación de revancha en el aire de la cual la Arena do Paranaense ha sido testigo.
Los pronósticos eran reservados, el ambiente en el inmueble de Curitiba jugó a favor de los locales, la Torcida ensordeció hasta el cansancio a los asistentes al partido, pero en la cancha, el hambre de trascendencia de Chivas se impuso a eso y a once elementos en la cancha.
Cuando Chivas comenzaron a hilvanar su futbol y a mostrar que las intenciones de continuar con vida en la Sudamericana eran más tangibles que el frío de Curitiba, el cuadro rojinegro no supo responder, no supo contrarrestar, no supo ni siquiera revelar el verdadero potencial de un plantel joven que ambiciona alto.
Bastó que Gonzalo Pineda abriera el camino con un certero remate de cabeza hacia los 42 minutos del primer tiempo, en un tiro libre por izquierda cobrado con exactitud por Marco Fabián, para que Chivas tomara con fuerza el boleto a los Cuartos de Final de la Copa Sudamericana y no lo soltara jamás.
Aunque Paranaense atacó y en serio en todo momento, generando constantes arribos al área enemiga, la defensa de Chivas fue una auténtica muralla que no permitió que ni Oldoni ni Moura pudieran hacer peligro en la cabaña defendida por un inspirado y eficaz Hugo Hernández.
Con la llegada del entretiempo, Chivas tuvo la sapiencia de aunque verse arriba en el marcador no conformarse e ir por más, por eso cuando Paranaense atacó en busca del empate, velocidad, toque y clase de los tapatíos fue igual de constante que los gritos de apoyo de la Torcida local.
Y para muestra, el desequilibrio a velocidad que Omar Arellano realizó dentro del área, tras ponerle la pelota en el corazón de la misma a Édgar Solís, quien a su vez cedió para la llegada de Xavier Báez, quien definió como los grandes, en una auténtica copia al carbón de su gol en el Clásico Tapatío, pero con mayor potencia y colocación.
A partir de entonces, con una ventaja de 2-0, Guadalajara hizo del partido lo que quiso, atacó en los momentos idóneos, defendió con valentía y propiedad, y cuando se necesitó, la respuesta del portero del Rebaño fue mucho más que favorable, impecable, casi rozaba en la excelencia.
Pero aunque tuvo innumerables aciertos bajo los tres palos, nada pudo hacer en el remate que Moura realizó tras un tiro de esquina por derecha, al conectar con la testa en el área chica y dejar sin oportunidad al portero del Rebaño para hacer el 2-1 momentáneo.
Tras el gol, el Rebaño no tuvo de qué preocuparse, pues aparecería de nueva cuenta el potencial que sólo Chivas tiene y que además sabe explotar a la perfección, ya que después de ganar un balón en propio campo, Sergio Santana observó un espacio perfecto para explotar la velocidad de Arellano, quien ya arrancaba por la pradera derecha.
La pelota fue directa hacia el pico del área hasta donde Arellano llegó a la cita, hizo contacto con la misma y ante la marca de Danilo, quien ya amenazaba al delantero, realizó un cambio de ritmo, quedó solo frente al portero e hizo una maniobra de técnica individual digna de los grandes, que slienció la Arena, que puso de pie a los asistentes y que propició la euforia de los 42 aficionados a Chivas postrados en la tribuna sur del inmueble.
Todavía vendría Sergio Santana a los 67' de juego para hacer del marcador un escándalo en Curitiba, una fiesta que con su pierna derecha cristalizó tras incrustar la pelota en el ángulo superior derecho del portero para hacer un 4-1 de clase, de autoridad, de revancha.
Pero aunque los rojinegros de Paranaense harían dos goles más a través de Kelly y de Moura, ambos en táctica fija a los 68' y 78' respectivamente, para poner el partido con un 3-4 dramático y no apto para cardiacos, al final Chivas supo contener de excelente manera, darle solución a un encuentro definido minutos atrás y con una sensación de revancha en el aire de la cual la Arena do Paranaense ha sido testigo.
